martes, 1 de diciembre de 2009

Querida Hermana María Quiñones

Daniel R. Scott

"En el trabajo que se hace para Dios no hay pérdida" ( Maria Quiñones, 14 Noviembre 2009 )


El pasado 19 de los corrientes, a las 5:00 A.M., partió con el Señor la queridísima hermana Maria Quiñones, cristiana devota a la que todos profesamos un cariño entrañable. Los que tuvimos el privilegio de conocerle y compartir con ella momentos de solaz espiritual, nos quedó la convicción de que jamás la podremos olvidar y, que a partir de ahora, vamos a añorar aunque sea una sola palabra de ella, de las que solía decir con esa humildad y autoridad que solamente pueden provenir de Dios. Sin en embargo antes de irse nos dejó el ramo de rosas de una conducta que nos embellece el alma con su aroma.
Si hubo una hermana que supo encarnar la inmortal frase bíblica: "Para mí vivir es Cristo." esa fue la hermana Maria. Cristo era su Señor, Salvador, la razón de su vida, una práctica, el resorte y la acción de su ser, un estado de conciencia y el principio rector de su existencia. Como dijo alguien, ella era "un santo donde Cristo vuelve a vivir." O como decia el adagio latino: "El cristiano es otro Cristo." Aun la veo en compañía de los hermanos Hilda y Pablito, visitando hospitales, orando por los enfermos, consolando al decaído, visitando hogares a los cuales se llegaba subiendo o bajando cerros escabrosos y empinados, para llevar a los pobres de espíritu el Evangelio de Jesucristo. "Es una anciana con un corazón y una vitalidad de mil jóvenes", pensaba yo admirado y conmovido, cuando la veía cruzar la peligrosa carretera del sector de "Las Palmas."
La visité el lunes anterior a su partida. Estaba débil. Sin embargo tenía fuerzas para sostener una conversación clara y coherente conmigo. Cantamos un himno titulado "Cerca de Ti Señor", compartimos una porción de esa Palabra de Dios que ella tanto amó y luego nos despedimos elevando una oración a Dios.
Su hija me acompañó hasta la puerta de la casa. Me comento entristecida que la hermana María veía ángeles a su alrededor. Me despedi y caminé rumbo a la parada, pensando en el asunto de los ángeles. "Pero la hermana mantiene su lucidez" meditaba. Una vez que abordé el autobús, abri al azar un libro que había comprado horas antes, y lo primero que encontré fue el sermón numero 11, titulado: "Los ángeles de Dios." Mi sorpresa fue grande, mayor aún cuando lei: "Los ángeles pueden llevarnos a la Presencia de Dios en la muerte." Y a continuación dieron un ejemplo basado en la Biblia. Confieso que en ese momento me senti situado en la frontera de lo visible e invisible, de lo natural y lo sobrenatural. Lo que ven nuestros ojos físicos no es todo lo que existe. Ciertamente ángeles custodiaban a mi hermana en la espera de llevarla a su morada eterna.
Tres días más tarde, apenas despuntando el alba, María partió con el Señor. Llegué al hospital amaneciendo. Pregunté por ella y estuve a su lado largo tiempo. Su rostro sereno daba la impresión de estar dormido, tanto que cualquier ruido parecía poderla despertar. Sus mejillas se conservaban tibias. Su cabello, de un blanco y plateado purísimos, parecía celestial. La hermana fue sepultada con la bata de mangas largas que usó cuando bajó a las aguas, el día de su bautismo. La conservó para esta ocasión. Hasta en ese detalle su vivir "era Cristo."
María Quiñones está en el Cielo, el lugar más perfecto y hermoso que se pueda concebir. Un lugar literal. Dice Billy Graham: "En el cielo estaremos con Dios. El Cielo es muchas cosas, pero esta es la más importante: ES LA MORADA DE DIOS. ¡Es el lugar donde Dios vive! El Cielo es una dimensión totalmente distinta de la existencia."
Del Cielo se dice: "Estaremos siempre con el Señor." ( 1 Tesalonicenses 4.17 )
Siempre y cuando Jesucristo sea el Señor de tu vida aqui en la tierra.
26 Noviembre 2009

Imagen tomada de http://versaliaii.blogspot.com/2008/03/porque-siempre-esperan-el-ngel.html

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