martes, 30 de diciembre de 2008

Borges y el misterio de Swedenborg*

Entrevista de Christian Wildner (*) con Jorge Luis Borges sobre el científico y visionario sueco

A continuación una entrevista realizada por Christian Wildner en 1984 a Jorge Luis Borges sobre el místico sueco que pretendió difundir un conocimiento exhaustivo de las jerarquías angélicas de los cielos y las presencias demoníacas del Infierno. Emanuel Swedenborg (Estocolmo, 1688-Londres, 1772) brilló, en la primera etapa de su vida, en el terreno de las ciencias. La última etapa de su obra explora el mundo de lo invisible con rigurosa precisión científica. Para profundizar en la vida y obra de Swedenborg recomendamos una conferencia borgeana de la que damos precisiones al final de estas breves palabras preliminares.

La entrevista con Borges que aquí se presenta en torno al extraordinario sueco integra el prólogo de la edición castellana de una obra esencial de Emanuel Swedenborg: El Cielo y sus Maravillas y el Infierno, editado por editorial Kier en Buenos Aires, en 1991. Christian Wildner es también autor de la traducción de la mencionada obra, que posee el mérito adicional de ser la primera traducción completa en castellano. El título original de la obra es De Caelo et Ejus Mirabilibus et de Inferno que fue publicada por primera vez en Londres, en 1758, en latín. Luego, hubo una versión inglesa: Heaven and its Wonders and Hell, traducido por John C. Ager, que fue publicada por la Swedenborg Foundation en 1963. Esta entrevista con Jorges Luis Borges a propósito de la metafísica exploración de Swedenborg del cielo y el infierno puede ser ampliada mediante otros momentos de la obra borgiana. Estos son:

1) Dentro de la obra Prólogos con un Prólogo de Prólogos podrán hallar un prólogo borgeano a los Mystical works de Swedenborg.

Fuente: Prólogo a Emanuel Swedenborg en Prólogo con un Prólogo de Prólogos (1975) en Jorge Luis Borges, Obras completas, IV, Buenos Aires, Emecé, 1996. pp. 142-150.

2) El 16 de junio de 1978 Borges le dedica una notable conferencia en torno a la vida y obra de Emanuel Swedenborg donde manifiesta que acaso el visionario sueco fue la personalidad más extraordinaria de la historia.
Fuente: Conferencia sobre Emanuel Swedenborg, en Borges oral (1979) en Jorge Luis Borges, Obras completas, IV, Buenos Aires, Emecé, 1996, pp.180-197.

También es de destacar el ensayo que a Swedenborg le dedica Ralph Waldo Emerson, el gran ensayista norteamericano, en su trascendente obra Hombres representativos.

Fuente: Ralph Walso Emerson, “Swedenborg o el místico”, en Hombres representativos, Buenos Aires, Losada, 1991, pp.66-101.

Y tampoco olvidemos la novela de Honorato de Balzac inspirada en el místico sueco: Serafita. En lengua castellana, de esta obra existe una versión de Editorial Iberia S.A, con traducción del francés de Eduardo Pons Prades.

E.I

(*) Pedimos disculpas al Sr. Christian Wildner por la involuntaria no consignación anterior de su autoría de la entrevista y prólogo de la traducción completa por él mismo realizada de Emanuel Swedenborg, El Cielo y sus Maravillas y el Infierno, Buenos Aires, 1991, Editorial Kier. Esta traducción de la obra del místico sueco es la primera traducción completa en lengua castellana. Como ya se consignó, la entrevista es del año 1984 y la publicación de la traducción de 1991.

E.I BORGES Y EL MISTERIO DE SWEDENBORG

“Voltaire dijo que el hombre más extraordinario que registra la historia fue Carlos XII. Yo diría: quizá el hombre más extraordinario -si es que admitimos esos superlativos- fue el más misterioso de los súbditos de Carlos XII, Emanuel Swedenborg”.

Éstas son las palabras inaugurales de Borges en la conferencia que pronunciara en la Universidad de Belgrano sobre el místico sueco.

Por la misma época en que leía la versión escrita de esa conferencia, llegaba casualmente a mis manos una novela de Balzac, una novela mística, inspirada justamente en Swedenborg: Serafita. Algún tiempo después, volví a encontrar su nombre, en una vieja colección de ensayos de Paul Valery.

Habiendo agotado mis esfuerzos por hallar textos de Swedenborg en español, finalmente, y también de manera casual, di con una biografíasuya en inglés en la librería Strand de New York. Después de leerla, volví a la Strand, buscando ahora libros escritos por Swedenborg. No hallé ninguno. Por suerte un librero me informó que existía una Fundación Cultural que llevaba su nombre. Y que esa Fundación se dedicaba casi exclusivamente a la publicación de sus obras.

Ahora podía elegir. Y obedeciendo a mi natural disposición, comencé a leer sus escritos teológicos y místicos. Quedé maravillado. Durante casi tres años, alternaba toda otra lectura, con su prosa sosegada, coloquial y minuciosa. Pude leer su Arcana Coelestia, donde expone lo que él llama el sentido interno o espiritual de los dos primeros Libros de la Biblia; su cosmogónica doctrina de las correspondencias; sus travesías por el mundo espiritual; y sus habituales diálogos con los espíritus, los demonios y los ángeles.

Y toda esta íntima aventura del espíritu, es protagonizada por un hombre que al llegar a los cincuenta años era considerado como uno de los científicos más eminentes de su tiempo. Desde entonces, desde que descubrí el fabuloso mundo de Swedenborg, me propuse acercarme a Borges, para agradecerle el hallazgo, y para conversar con él (para oírlo hablar a él) sobre el tema.

Cuando llegamos a la casa de Borges -nos había citado a las cinco de la tarde- interrumpimos una suerte de ceremonia todavía habitual entre ciertas familias; la ceremonia del té. En mangas de camisa, una impecable camisa blanca; erguido, Borges no se inclinaba para aproximarse a la taza: la elevaba hacia él, por así decirlo, como si se tratara de algún instrumento ritual. Apenas notó nuestra presencia; sin apresurarse, volvió a dejarla sobre la mesa con el mismo ademán mesurado y casi solemne. Entonces se puso de pie; y ahora sí, inclinó levemente la cabeza dándonos la bienvenida.

Al mismo tiempo que nos hacía pasar a la sala con expresiones de auténtica y espontánea cortesía, volvió a tomar asiento luego de excusarse. En seguida, acompañado por la doméstica, salió de la sala. La desenvoltura, la natural simpatía, y la afabilidad de su trato, neutralizaron de entrada esa fastidiosa sensación opresiva de los prolegómenos. Cuando regresó, lucía un regio traje de color pardo claro, se había puesto una corbata de un tono algo más oscuro, y empuñaba su emblemático bastón. Ahora nos recibía como anfitrión, con todas las de la ley; había cambiado su atuendo para cumplir con otra ceremonia, la ceremonia de la hospitalidad.

Se sentó en el amplio sillón de la sala, enfrente al mío, e inmediatamente recordó el tema que habíamos hablado un año atrás en el salón de lectura de la New York Library. Era el mismo que evocaríamos ahora, aquí en Buenos Aires, en su departamento de la calle Maipú; un tema recóndito y fascinante: Emanuel Swedenborg. Y Borges no aguardó la primera pregunta, era evidente que se trataba de una de sus ocupaciones predilectas: El Misterio.

-”Yo escribí un prólogo a un libro sobre Swedenborg a instancias del Sr. Spiers, de la Fundación Swedenborg. Y tengo en proyecto (claro que a mi edad los proyectos son un tanto aleatorios) un libro sobre las tres salvaciones; la primera es la de Cristo, que es de carácter ético; la segunda es la de Swedenborg, que es ética e intelectual; y la tercera es la de Blake, discípulo rebelde de Swedenborg, que es ética, intelectual y estética, que se basa en las parábolas de Cristo, que él dice que son obras de arte”.

-Usted ya me había comentado cuando lo vi en Nueva York que pensaba escribir un libro sobre Swedenborg…

-”Sí, pero ahora he pensado, que es mejor hacerlo de ese modo. Comenzando con Jesús, luego Swedenborg y luego Blake. Sería más fácil hacerlo así, ya que no se necesitarían tantos textos. Tengo la edición de Everyman’s Library (cuatro volúmenes), un par de biografías, un libro por un especialista escrito en sueco y vertido al inglés … ¿Usted quería hacerme una pregunta?”

-Si. En primer lugar, me gustaría saber de qué manera conoció usted a Swedenborg.

-”Lo conocí por Emerson. Porque Emerson tiene un libro: “Representative Men”. Ese libro está escrito un poco a la manera de ‘On Heroes Heroworship and the Heroic In History’, de Carlyle, que fue de algún modo su maestro; entonces, él toma distintos tipos humanos. Recuerdo que son: Montaigne o el escéptico, Swedenborg o el místico, Shakespeare o el poeta, Napoleón o el hombre del mundo y Goethe o el escritor.

Yo comencé leyendo ese libro. Ese libro lo leí en Ginebra en el año 14 o 15; y luego, mi padre tenía un ejemplar de ‘Heaven and HeIl’, Caelo et Inferno’; él lo tenía en una edición de la Everyman’s Library. Bien, yo leí ese libro y encargué a Inglaterra los otros tres publicados por la misma editorial. Publicaron cuatro libros de Swedenborg de acuerdo con la Sociedad Swedenborg de Londres. Y luego en francés conozco solamente una versión de Caelo et lnferno’. Swedenborg fue a Inglaterra porque quería conocer a Newton, y finalmente no pudo lograrlo, qué raro, eh?

Yo he hablado mucho sobre Swedenborg con el pintor y místico argentino Xul Solar, yo era muy amigo de Xul, iba a casa de él en la calle Laprida 1214, y leíamos a Swedenborg, leíamos a Blake, leíamos a los poetas alemanes, leíamos al poeta inglés Swinburne y muchos otros textos”.

-¿Qué impresión le dio la manera en que escribe Swedenborg?

-”Bueno. Generalmente, los místicos, tienden a escribir de un modo vago; él no. La obra de él es…, yo no diré prosaica, pero sí precisa. Es un poco…, como si él hubiera ido a la China, o hubiera ido a la India y describiera lo que ha visto.”

-Como un científico…

-”Sí, claro. El llevó esa… casi aridez, esa sequedad, esa precisión, a sus descripciones. Generalmente cuando se habla de éxtasis, se usan metáforas del amor, o metáforas del vino, metáforas arrebatadas. Pero en el caso de él no. Él no busca efectos patéticos. Él describe lo que ha visto. En relación a esto recuerdo algo que me dijo Xul: ‘Lo que se ve en el otro mundo depende un poco de uno’. Hay un poema muy lindo de Victor Hugo que expresa muy bien esta imagen: ‘Ce que dit la Bouche d’ombre’, “Lo que dice la Boca de sombra”; el mismo espectro que le dice a Nerón ‘Soy Mesalina’, le dice a Caín ’soy Abel’.

Del mismo modo, las visiones de los místicos musulmanes, de los sufíes, no concuerdan con las de los cristianos. Quiere decir que hay como fuerzas o espíritus que cada uno ve de acuerdo con sus prejuicios o
conocimientos. Posiblemente esos mismos ángeles, ese mismo Cristo, que él vio de ese modo, fue visto por místicos de otra tradición de otro modo.”

-Usted decía hace un momento que Swedenborg viajó a Londres para conocer a Newton y que le parecía raro que no hubiera logrado hacerlo. Sin embargo en esa misma ciudad, tuvo lugar su encuentro con Cristo.

-”Sí. Sé que el primer encuentro con Cristo fue en Londres, y los otros también. El estuvo además en Alemania, Holanda, los Países Bajos, pero finalmente se estableció en Londres. Tal vez el hecho de que fijara su residencia en Londres está relacionado con esa experiencia. A partir de ese momento su vida cambió totalmente. Abandonó el estudio de la ciencia; por ejemplo: la anatomía, la astronomía, las matemáticas, y se dedicó a registrar minuciosamente ese mundo espiritual. El diálogo con los ángeles empezó a ser un hecho cotidiano para él”.

-En el prólogo al libro de Synnestvedt sobre Swedenborg, usted afirma que hay algo incómodo en su obra; que usted piensa que él es un pensador por derecho propio, y que tal vez trató de enmarcar, o acomodar su
pensamiento al texto de la Biblia.

-“Yo no sé si en el caso de él, pienso que es así en el caso de la cábala. En el caso de él creo que no. Además, el padre de él era obispo, obispo evangélico, luterano. El tiene que haberse criado en un ambiente muy piadoso. Yo no creo que eso le haya costado ningún esfuerzo a él. Digo, que él pensaba naturalmente en el espíritu de la Biblia. Bueno…, mi abuela, sabía de memoria la Biblia, en su familia eran metodistas. Usted hacía una cita bíblica, y ella decía, ’sí’, por ejemplo: ‘Libro de los Reyes, capítulo tal, versículo tal: y seguía adelante, o ‘Libro de Job, capítulo tal versículo tal…’ Me parece que no es tan raro eso. En Alemania hay una expresión que traducida, sería: firme en la Biblia”, son las personas que saben la Biblia de memoria.”

-Una pregunta en relación al tema, pero vinculada más directamente con usted. ¿Alguna vez desde su infancia hasta hoy, usted percibió, sintió o intuyó la presencia del mundo angélico o trascendente?
-”No sé si llamarlo angélico o trascendente. Pero sé que… bueno… Yo dos veces en mi vida he sentido el hecho de vivir fuera del tiempo. Eso me ha ocurrido.., una vez fue en Palermo, y otra vez fue en uno de los puentes detrás de la estación de Constitución. Y esas dos veces, me habían sucedido cosas, bueno, que me habían conmocionado durante el día.

No sé… Una mujer me había dejado… Y de golpe estaba pensando en eso, y de pronto me vi así, en tercera persona, y sentí: ‘qué puede importarme lo que le pasa a Borges, si yo soy Otra cosa; lo que me ha pasado es meramente circunstancial.’ Ahora, yo no sé cuánto ‘tiempo’ duró ese estado; pero yo me sentí, no sé si feliz, pero como… bueno, como sereno, como arrebatado así de todo. Y he tratado de decirlo, una vez en un poema y otra vez en prosa, pero no sé si he logrado comunicar esa sensación.

Cuando estuve en Japón tuve ocasión de conversar con un monje budista, y él me dijo que había alcanzado el nirvana. Yo le dije “¿Y aseguro que usted no podrá contármelo?”. -’No’- respondió, claro;
porque cada palabra presupone una experiencia compartida, por ejemplo; si usted está en Estados Unidos, y habla con alguien y le dice ‘tal cosa tenía gusto a mate’, el interlocutor no tiene porqué entenderlo si no conoce el gusto del mate…

Entonces, el monje, me dijo que su experiencia del nirvana era incomunicable; que él podía hablar sobre el nirvana con otro monje que también lo había alcanzado. Que él no sabia cuánto tiempo había durado, pero que después todo era distinto para él. Le pregunté -’Distinto ¿en qué sentido?, ¿usted siente todo igual que antes?’-'Sí’- me contestó, ‘entiendo perfectamente lo que usted quiere saber’. ‘Yo siento soledad, siento ansiedad, siento alegría, siento dolores físicos, siento placeres físicos siento los sabores de las cosas; pero todo eso de un modo distinto después de alcanzar el nirvana’. -¿Y de ese modo es mejor?’ -’Si’- me dijo, -pero yo no lo puedo explicar’. Y me di cuenta que tenía razón, que era algo inexpresable. Esto fue en Nara. En un monasterio budista…”

Un famoso irlandés -que imaginó con riguroso fervor la tercera forma de salvación postulada por Borges, la salvación por la belleza-, en otra conferencia, esta vez en la Universita Popolare Triestina, exaltó, al igual que Borges, la filiación espiritual del iracundo poeta inglés William Blake con el visionario sueco. Dice James Joyce:

“…Swedenborg, que frecuentó todos los mundos invisibles durante largos años, ve en la imagen del hombre el mismísimo cielo, y a Miguel, Rafael, y Gabriel, que según él, no son tres ángeles, sino tres coros angélicos. La eternidad, que al discípulo amado y a San Agustín se les apareció bajo la forma de ciudad celestial, y al Alighieri como rosa celestial, revestía para el místico sueco las formas de hombre celestial, con todos sus miembros animados por un fluido de vida angélica que sale y vuelve a entrar, en sístole y diástole de amor y sabiduría.
A partir de esta visión desarrolló el inmenso sistema de lo que él denominaba correspondencias, y que domina su obra maestra Arcana Coelestia, nuevo evangelio que, según él, anuncia la aparición del Hijo del Hombre en los cielos, prevista por San Mateo”. (*)

(*) Fuente: Entrevista realizada por Christian Wildner con Jorge Luis Borges en prólogo a la traducción por él mismo realizada de Emanuel Swedenborg, El Cielo y sus Maravillas y el Infierno, Buenos Aires, 1991, Editorial Kier, pp. 15-19. Esta traducción de la mencionada obra de Swedenborg es la primera en lengua castellana.

Fuente: http://sololiteratura.com/bor/borelcieloyelinf.htm

*Tomado de: http://nosce.wordpress.com/2007/05/31/borges-y-el-misterio-de-swedenborg/

domingo, 10 de agosto de 2008

El Dios insustancial del hombre sabio

Daniel R Scott*


Una lectura fallida de un libro de Fernando Savater titulado "La Vida Eterna", un ensayo que pretende ser, según lo que se lee en la contraportada, una explicación lúcida y racional del "creer, en qué creemos o no creemos". Pero ya de entrada y sin preámbulos el autor se conceptúa como un "modesto ateo" que a la altura de la página 10 declara la inutilidad de Dios. El afamado autor del Best Sellers "Ética para Amador" (libro hermoso que me obsequió en el año 2001 mi sobrina María Eugenia, para ese entonces estudiante de Filosofía de la UCV) nos dice, entre sabio y sorprendido: "¿Cómo puede ser que alguien crea de veras en Dios, en el más allá, en todo el circo de lo sobrenatural? Me refiero naturalmente a personas inteligentes, sinceras, de cuya capacidad y coraje mental no tengo derecho a dudar". Y así continua por ese tenor, de un capítulo a otro. A Savater le sorprende de veras ese "respeto reverencial que continúa siendo la actitud mayoritaria de los incrédulos respecto a las creencias religiosas" y cita como ejemplo a un líder socialista que reconoció en un debate sobre el laicismo que "desdichadamente" él no tenía fe. Desde su plataforma de Catedrático de Filosofía en la Universidad Complutense, Savater no puede o no quiere entender que el incrédulo sea capas de vislumbrar y apreciar ese ingrediente que orienta y la da sentido al hombre que profesa una fe cualquiera. Dejé a Savater y abrí la Biblia (una traducción por "equivalencia dinámica" hecha en un castellano estándar) y leí el salmo 42: "Como ciervo sediento en busca de un río, así, Dios mío, te busco a ti. Tengo sed de Dios, del Dios de la vida".
En plena postmodernidad, ya uno se siente intelectualmente hastiado de abordar (ya sea para afirmar o negar) estos temas desde un punto de vista filosófico o científico. Eso cansa, no alimenta, nos tiene famélicos, no vigoriza al ser. Ya en el pasado un Tomás de Aquino lo hizo con sus "Sumas Teológicas" que, según me dijo un ex seminarista amigo mío en una amena madrugada de tragos, eran como las actuales encíclicas papales. Se sabe que en ellas Tomás de Aquino emprendió la titánica y neurotizante hazaña de "cristianizar" a Aristóteles o, dicho de otro modo, poner el pensamiento Aristotélico al servicio de la fe. Un ejemplo de ello son las famosas "Cinco Vías" con las cuales pretendía probar la existencia de Dios: Aristóteles por donde se le pinche. Argumentos fútiles porque "a Dios hay que buscarlo en lo interior del hombre, no por los caminos exteriores que conducen a la materia cósmica y en ella terminan" (Ignacio Burk) Finalmente Tomás de Aquino lo entendió: Antes de morir tuvo una visión de la que nunca quiso hablar y dejó de filosofar. Le decía a la gente: "Cuanto he escrito no vale nada; en comparación con lo que he visto es paja seca al voleo".
En lo personal yo no quiero racionalizar ni a la fe ni a la religión ni a Dios, no por temor de hallar tales cosas falsas, sino por considerarlo la peor de todas las tonterías que se puedan emprender en la vida. Quien lo hace que lo siga haciendo, pero yo ya no. En el pasado lo hice pero ya dejé de hacerlo. Creo que Dios es una incógnita que debe vivirse sin caer en la tentación de explicarla al mundo con las técnicas de lo racional. Vivencia inexplicable. Cosa que se vive mas no se explica. Una caricia de una Madre Teresa de Calcuta explica a Dios mejor que mil argumentos de la Ciencia y la Filosofía porque, a semejanza de Dios, una caricia llega al corazón. En tal sentido prefiero a un Blaise Pascal cuando dijo, místicamente iluminado: "Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob, no el Dios de los filósofos y sabios". Martín Buber, en su obra "El eclipse de Dios" comenta la frase de Pascal en estos términos: "Subyugado por la fe, ya no sabe qué hacer con el Dios de los filósofos, es decir, con un Dios que ocupa un lugar definido en un sistema de pensamiento, puesto que lo trasciende precisamente porque es Dios".
Por eso, con la simplicidad de un niño de pecho, prefiero estar al lado de Dios viendo como engendra al Cosmos a través de cada acto creativo-evolutivo, o salir con Abraham de Ur de Caldea rumbo a lo desconocido, o mirar como la zarza arde sin consumirse, o escuchar los sermones de Jesús, o leer esas cartas de Pablo como recién salidas de la pluma y el tintero.
Ir más allá de eso nos impide disfrutar la cosa.
3 de Julio de 2008
*Escritor venezolano.

martes, 15 de julio de 2008

Carlo María Martini

Carlo María Martini , Cardenal de la Iglesia Católica, nació en el suburbio turinés de Orbassano el 15 de febrero de 1927 en el seno de una familia burguesa, hijo de padre ingeniero.
Estudios religiosos
Ingresó a la Compañía de Jesús[1](jesuitas) el 25 de septiembre de 1944, a los 17 años de edad. Hizo el noviciado en Cuneo; estudió en la Facultad de Filosofía Aloisianum, Gallarate, Milán; en la Facultad Teológica de Chieri, en Turín; en la Pontificia Universidad Gregoriana[2] de Roma (en 1958 recibió el doctorado en teología fundamental con la tesis: "Il problema storico della Risurrezione negli studi recenti"); y en el Pontificio Instituto Bíblico, Roma, donde obtuvo otro doctorado con una tesis sobre "El problema de la recensionalidad del códice B a la luz del papiro Bodmer XIV".
Martini fue ordenado sacerdote en 1952 y comenzó una carrera fulgurante, tanto en el ámbito académico como en el eclesiástico. Es un auténtico experto en la crítica textual del Nuevo Testamento (el estudio de los papiros y códices que contienen el texto griego de los Evangelios). Tiene varios doctorados y domina seis idiomas, además del latín, del griego y del hebreo.
En 1979 el Papa lo designó arzobispo de Milán. Desde su diócesis, Martini se ha convertido en el cardenal más respetado de la Iglesia[cita requerida]. Ha escrito más de 50 libros, muchos de ellos best-sellers, como el que escribió con el semiólogo Umberto Eco.
Sus pensamientos
Temido y acosado por los conservadores de dentro y de fuera de la Curia, está acusado de ser demasiado liberal. Por eso, muchos católicos, sobre todo los del ala más progresista, tenían puesta su confianza en él por haber sido uno de los papables con más posibilidades. Sin embargo, de momento estas esperanzas de reforma se han desvanecido con la elección de Joseph Ratzinger (Benedicto XVI). En junio de 2008 declaró en una entrevista que conocía a varias parejas homosexuales, "algunos de ellos hombres muy sociales" y añadió: "jamás se me ocurriría condenarlos".
Se trata, además, del único cardenal que vive en Jerusalén, a la que define como «la ciudad más cargada de memoria religiosa de todo el mundo, la ciudad donde murió Jesús para la salvación del mundo y donde se venera su sepulcro vacío y se hace memoria de su resurrección». EL 15 de febrero de 2007 cumplió 80 años, con lo cual queda sobrepasada la edad límite de 80 años para participar en el cónclave papal.
http://es.wikipedia.org/wiki/Carlo_Maria_Martini



EL ANTI-RATZINGER
El cardenal que se atreve a pensar


El cardenal Carlo Maria Martini es visto en amplios sectores como la última gran voz progresista de la Iglesia, la contrafigura de Joseph Ratzinger, su rival en la elección papal. A sus 81 años, retirado, enfermo de párkinson, sigue dando guerra. Su último libro ha levantado ampollas en el Vaticano
LOLA GALÁN
En: http://www.elpais.com/ / Madrid: 13 de julio de 2007.

A un libro como el suyo, Martini no le hubiera aplicado su expeditivo método de lectura. Apenas una ojeada a la portada, a la introducción y al índice, en busca de la esencia. "El cardenal ha dicho siempre que cada libro tiene una sola idea. Él la encontraba enseguida". Lo cuenta Gregorio Valerio, un hombre alto y macizo que fue secretario personal de Carlo Maria Martini en sus últimos años como arzobispo de Milán. Valerio guarda en el despacho de su casa parroquial, en una barriada milanesa modesta, montones de libros, recuerdos variados y discos de música clásica regalados por su eminencia.
El cardenal Martini conserva la capacidad de escandalizar, de remover las aguas estancadas
?Amar la adversidad por amor a la verdad? es el lema de su escudo cardenalicio, tomado de san Gregorio Magno
Martini llegó al cónclave de 2005 apoyado en un bastón. Una señal de la enfermedad que le hacía inelegible
"Como buen jesuita, dice y no dice", opina el vaticanista Andrea Tornielli, que no le considera un liberal
?Decir que es un cardenal de izquierdas sería una simplificación?, según el senador Ignacio Marino
?Jerusalén es un buen sitio para morir?, asegura Martini, ?pero un mal sitio para un moribundo?
Lo mejor del cardenal lo conserva en la memoria. Por ejemplo, ese pasmoso método de lectura, gracias al cual leía en tiempo récord muchos de los libros que llegaban a diario al palacio arzobispal. Yendo al grano, dejando de lado lo superfluo. Un método inaplicable para su último libro, Coloquios nocturnos en Jerusalén, porque no contiene una única idea. Estamos ante el testamento espiritual y personal del hombre al que muchos consideran el máximo representante en la Iglesia de una línea liberal, dialogante, que apuesta por la comprensión de las sociedades laicas del siglo XXI y no por la contraposición.
En los coloquios redactados por Georg Sporschill, jesuita austriaco de 62 años, Martini habrá apreciado también ese impulso, orgé en griego, como le gusta decir al cardenal; esa cualidad vital que caracteriza a las obras inspiradas. Su publicación, en alemán, ha levantado ya la polvareda que suele acompañar a las declaraciones de Carlo Maria Martini, visto en muchos sectores de la Iglesia como la contrafigura de Benedicto XVI. Infatigable buscador de verdades, este turinés de buena familia parece conservar intacta a los 81 años la capacidad de escandalizar, de remover las aguas estancadas. Sin apenas levantar la voz, diciendo cosas que se alejan siempre del runrún oficial, de los lugares comunes, de los raíles particularmente rígidos de la institución a la que pertenece desde hace 56 años, la Iglesia Católica Apostólica Romana.
"El cardenal es simplemente un hombre que se atreve a pensar", dice el cirujano Ignacio Marino, que mantuvo con él un diálogo famoso, publicado por el semanario L'Espresso, en 2006. En él quedó patente el estilo Martini. El de un hombre dispuesto a escuchar las razones del otro, a buscar un punto de consenso, y sobre todo a no descalificar. Ahí está su sufrida aceptación de la investigación con ovocitos, antes de que las células que los constituyen comiencen a dividirse. O su rechazo al encarnizamiento terapéutico. Martini se ha esforzado por comprender el drama de los que practican la eutanasia, para evitar el sufrimiento a un ser querido, aun considerándolo un hecho terrible. Ante una de las bestias negras de la Iglesia, la homosexualidad, su postura es cuando menos humana. "Tengo conocidos que son parejas homosexuales, hombres muy estimados y muy sociables. Nunca se me ha pedido, ni a mí se me habría ocurrido, condenarles", declara en su último libro.
Ahí está también su crítica seria, erudita, nada reverencial al libro Jesús de Nazaret, publicado por Benedicto XVI el año pasado. "Un libro hermoso", declara el cardenal, aunque se ve claramente que su autor, "no ha estudiado directamente los textos críticos del Nuevo Testamento". O su rechazo a la misa en latín -"considero que el Vaticano II fue un paso adelante en la comprensión de la liturgia"- publicado en un diario económico poco después del motu proprio del Papa que autorizaba el viejo rito.
Martini ha tenido siempre un sello especial. El último libro, el último escándalo, no hace más que reforzar el mito de este estudioso atípico, autor de centenares de obras eruditas, muchas de ellas compendios de ejercicios espirituales, homilías y pláticas. Lo que dice el cardenal interesa. Aunque, ¿quién es realmente Carlo Maria Martini, el gran rival de Joseph Ratzinger en el último cónclave? ¿Quién es el jesuita que renunció a su estatus de príncipe de la Iglesia al jubilarse, para refugiarse en una austera residencia de la Compañía, cerca de Roma?
Gregorio Valerio, su fiel secretario, y Sandro, el chófer de toda una vida, le acompañaron a su nuevo domicilio un día de septiembre de 2002. Valerio recuerda todos los detalles. La habitación espartana, el estudio con una nevera vacía, el saco verde para meter la ropa sucia. El secretario se estremeció. "El cardenal suda mucho, me preocupaba que no tuviera ropa disponible. Aquella austeridad era algo tremendo. Los jesuitas, ya sabe como son", dice con gesto indescifrable. Felizmente supo antes de marchar que el cardenal -"aquí es padre Martini", había dicho uno de los internos- tendría baño propio. Cosas intrascendentes para quien cambió hace años una vida de comodidades por la severidad del mundo jesuita. Y además, Ariccia era sólo un lugar de paso. Su verdadero destino era Jerusalén.
"El cardenal era feliz allí", dice el cirujano Marino, senador del izquierdista Partido Democrático italiano, que le visitó hace un par de años en la Ciudad Santa para tres religiones. "Me citó un día temprano, para ir al Santo Sepulcro. Fue una experiencia única". Marino entorna un poco los ojos, y rememora. Serían las siete de la mañana. El árabe que custodia las llaves del sepulcro acababa de abrirlo. La soledad, el silencio, daban al interior un aire místico. "Martini me mostraba los restos arqueológicos con un dominio impresionante. 'Esto es histórico, esto otro no sabemos, aquello forma parte de la leyenda'. ¡Qué gran guía!". Y luego, al filo de las 10.30, como todos los días, el cardenal le llevó a la gasolinera, cerca del Instituto Bíblico, donde preparan el mejor espresso de la ciudad.
El sueño de Jerusalén quedó roto hace unos pocos meses. El párkinson que le atormenta hace progresos, y Martini tiene que someterse a un tratamiento en la residencia-hospital que los jesuitas tienen en Gallarate (a unos 30 kilómetros de Milán). Un caserón del siglo pasado rodeado por un jardín, donde el paciente lleva una vida rutinaria, sin renunciar al trabajo.
Corrige, cuando se encuentra con fuerzas, las pruebas de la versión italiana del libro de Sporschill, y avanza en el análisis de las anotaciones marginales, o escoria, del Códex Vaticano (el manuscrito que contiene la versión en griego más antigua que se conoce del Nuevo Testamento, junto al Códex Sinaiticus). ¿Podría recibir a la periodista? El cardenal no se encuentra con fuerzas. En un gesto que confirma su escaso apego a lo protocolario, Martini llama personalmente para disculparse. "Estoy en tratamiento médico. Mi salud falla. Siento mucho decirle que no, pero no estoy bien". Su voz suena infinitamente frágil a través del teléfono. Irreconocible. Imposible relacionarla con aquella voz imperiosa, remachando cada palabra, del arzobispo de Milán, en la entrevista que concedió a EL PAÍS nada más recibir el Premio Príncipe de Asturias, en 2000.
"Está aprendiendo a hablar otra vez. Trabaja con un logopeda", explica Franco Agnesi, una de las cuatro personas con las que Martini compartió vida en su etapa de arzobispo. Agnesi, que acaba de visitarle en Gallarate, cuenta que sigue añorando Jerusalén. "Le duele no estar allí, pero mantiene el sentido del humor. Yo le cité la frase del Evangelio de San Juan, del capítulo 21: 'Cuando seas viejo te llevarán adonde no quieres".
Carlo Maria Martini fue enviado adonde no quería siendo todavía un hombre joven. La decisión de Juan Pablo II de nombrarle arzobispo de Milán llegó en diciembre de 1979 y cayó como una bomba en los palacios obispales de Italia. ¿Quién era aquel jesuita, estudioso de las Sagradas Escrituras, sin experiencia pastoral alguna, que escalaba hasta lo más alto de la jerarquía nacional? ¿Qué sabía del mundo de la curia, de las obligaciones profesionales de un arzobispo, el estudioso y tímido Martini? A toda prisa, el papa le consagró obispo después del nombramiento con el que soñaban buena parte de los obispos de Italia. Él, el jesuita alto, de porte aristocrático, tímido y reservado, no aspiraba a la diócesis de San Ambrosio. Estaba a gusto como rector de la Universidad Gregoriana, un puesto en el que llevaba poco más de un año, después de casi nueve dirigiendo el Instituto Bíblico de Roma.
El salto entre un cargo y otro había sido casi imperceptible. La Gregoriana y el Instituto están casi puerta con puerta, en un rincón relativamente tranquilo del centro histórico de Roma. Martini pasó de una habitación austera a otra habitación austera. De una vida en comunidad -con baño compartido- a una vida en comunidad, un peldaño más arriba en el escalafón académico eclesiástico. Stephen Pirani, el jesuita estadounidense que fue su alumno y es hoy rector del Bíblico, recuerda cuánto lamentó su marcha. "Como profesor tenía una gran claridad de ideas. Era capaz de explicar admirablemente una cosa tan rara como es la Crítica Textual, su especialidad". Pirani ha mantenido el contacto con el cardenal desde los años setenta. Porque Martini no se apartó nunca, ni siquiera agobiado por el peso de la diócesis más grande de Europa, de su pasión por manuscritos y papiros bíblicos.
Cambió de ciudad y de vida, después de obtener el permiso del superior general de los jesuitas, Pedro Arrupe. Se instaló en el ala noble del palacio arzobispal, el que se asoma a la Via del Duomo. Y aprendió deprisa. Se percató enseguida del ritmo frenético de la ciudad. De la peculiaridad de su tarea pastoral en tiempos violentos. Los años de plomo daban sus últimos coletazos, con acciones terribles del terrorismo negro y de las Brigadas Rojas, que disparaban a las piernas a hombres de negocios y profesores universitarios. Condenó el terrorismo, pero no se negó a escuchar a los terroristas. Celebró funerales por las víctimas y bautizó en cierta ocasión a dos gemelos concebidos durante uno de aquellos juicios de alta seguridad contra brigadistas rojos. Martini visitó las cárceles, convencido de que en ellas no había espacio para la "rehabilitación de los presos"; recorrió hospitales y parroquias. Y desde el púlpito condenó el escándalo de Tangentópolis, el sistema de corrupción político-económica que acabaría por dinamitar la vida política italiana a comienzos de los años noventa.
Nada de esto le distinguió de los demás obispos. Fueron otras iniciativas las que dieron pie al mito Martini. La primera, leer el Evangelio a los jóvenes y dar espacio al silencio y a la meditación en sus vidas. La Escuela de la Palabra, como se denominó a estos encuentros mensuales, se revelaría todo un éxito. El Duomo registra llenos espectaculares en cada cita. Miles de jóvenes se reúnen ante el altar para escuchar los textos sagrados y meditar un rato sobre la propia vida.
En medio del frenesí diario de Milán -junto a Turín, motor económico de Italia-, Martini predica silencio y pausa. El segundo gran acierto del cardenal (Wojtyla le concede la birreta en 1983) llega en 1987. Y será bautizado como la cátedra de los no creyentes. Encuentros esporádicos con intelectuales laicos para debatir sobre las razones de la duda, de la fe, o de la falta de fe. Una frase del libro de Ratzinger Introducción al cristianismo, en la que reflexiona sobre el "no creyente que hay en todo creyente", le da la idea. El cardenal se inspira también en la sentencia del filósofo Norberto Bobbio: "Lo importante no es creer o no creer, sino pensar o no pensar". A partir de ahí, la cátedra despega. Martini debate con el semiólogo Umberto Eco y con decenas de intelectuales en aulas universitarias y salas de conferencias. Muchos de los coloquios se publicaron. No es casual que en 2000, tanto Eco como el cardenal reciban el Nobel español, el Premio Príncipe de Asturias.
A Martini le costó aceptar ese honor. Normalmente rechaza los premios. Le abruman los elogios, le interesan sólo los comentarios críticos, de los que aprende más. Ya lo dice el lema de su escudo cardenalicio: "Amar las cosas adversas por amor a la verdad", sacado de las reglas pastorales de san Gregorio Magno. Aunque Martini es, por encima de todo, un jesuita. Aprecia el silencio y las pausas en el ajetreo diario. Una regla de oro que mantuvo siempre en sus años de arzobispo. "Me obligó a dejar en blanco su agenda los jueves por la mañana", cuenta su secretario, Valerio. Salían en coche hacia la montaña. Una vez en el punto elegido, cada uno se iba por su lado. Eso sí, con el teléfono móvil en el bolsillo.
Sin ser un montañero, Martini conserva de su infancia la afición por las excursiones a los Alpes. Las largas vacaciones familiares se dividían entre las playas de Liguria y las montañas cercanas a Turín. Su padre prefería las marchas. De arzobispo, Martini se atrevía a escalar los picos alpinos. Casi siempre los de la vertiente de la Suiza italiana, para no ser reconocido. Luego, purificado por las alturas y la soledad, regresaba a la curia y retomaba su agenda.
Gregorio Valerio le recuerda siempre correcto, incapaz de una mala palabra, aunque siempre distante. "Es un hombre pasional, pero se domina. Lo consigue a fuerza de voluntad y entrenamiento". Vestía clergyman, salvo en las salidas pastorales. Moderado en las comidas, el cardenal seguía una dieta férrea, dirigida por un especialista, al menos un par de semanas al año. Motivos de salud o quizá un deseo de purificación física. Hay un lado curioso también en la personalidad del intelectual, biblista de fama internacional y pensador rebelde: sus dotes de catador de vinos. "Al arzobispado llegaban muchos regalos, a veces cajas de vino. Yo siempre me fiaba de la opinión del cardenal. Cuando decía: 'Éste es un excelente vino de mesa', yo sabía que el vino no valía nada", cuenta su secretario.
El cardenal pasaba horas en su estudio privado, casi siempre con la puerta abierta. Cuando la cerraba era una señal de que no debían molestarle. Martini compartía mesa en el desayuno, comida y cena con sus colaboradores directos. El entonces número tres de la curia milanesa, Franco Agnesi, le define como un hombre con gran sentido del humor, aunque siempre contenido, distante. Una compostura que algunos feligreses interpretaban como insuperable frialdad. "Cuando te saludaba, después de las misas en el Duomo, era como una esfinge", cuenta un milanés devoto, que no oculta sus preferencias por el nuevo arzobispo, Dionigi Tettamanzi.
Martini siempre ha creído en la potencia de la razón, en perfecta armonía con su fe. Algo que le ocasionó en Milán algunos problemas. "Comunión y Liberación le hizo la vida bastante difícil", dice Agnesi. Era entonces un movimiento joven, muy ligado a la derecha política, en una fase de agresiva expansión. El cardenal encajó la situación con su autocontrol habitual. Sin dejar de apreciar por eso dos cualidades en estos movimientos. Por un lado, su redescubrimiento de Cristo; por otro, su capacidad de establecer relaciones muy intensas dentro del grupo.
Amigos y adversarios, colaboradores y meros observadores coinciden en considerar a Martini un hombre enormemente reservado. Su educación, su historia, los golpes de la vida han hecho de él una persona casi impenetrable. El segundo de tres hermanos, Carlo Maria Martini nació el 15 de febrero de 1927 en Turín, en una familia de la burguesía industrial. Leonardo, su padre, era un ingeniero con una boyante empresa constructora. Su madre, Olga, una católica extraordinariamente devota. El niño fue enviado al colegio de los jesuitas, uno de los más prestigiosos de la ciudad. Y allí surgió la vocación. "A mi padre no le gustó demasiado la idea", diría después Martini. Quizá tenía otros proyectos para él, pero su destino estaba marcado. Sería jesuita.
Los primeros años de formación coincidieron con la II Guerra Mundial, pero los Martini no pasaron especiales apuros. A los 25 años, Carlo Maria es ordenado sacerdote. Una década después, tras licenciarse en teología y filosofía y completar su formación de jesuita, ocupa la cátedra de Crítica Textual en el Instituto Bíblico de Roma. En 1972 conoce a Karol Wojtyla, arzobispo de Cracovia, que le invita a visitar a los expertos bíblicos de su ciudad. Martini hizo el viaje en coche con su hermano mayor, Francesco. Fue el último que hicieron juntos. En octubre de 1972, su hermano muere de infarto cerebral. En apenas 18 meses, Martini pierde también a sus padres. La familia del cardenal se reduce ahora a su hermana menor, Maria Stefania, y sus sobrinos, Giulia y Giovanni.
Son golpes de la vida que le han marcado, como la enfermedad. El párkinson le acecha desde comienzos del nuevo milenio. Pese a los iniciales desmentidos oficiales, la noticia es del dominio público antes del cónclave de 2005. La muerte de Juan Pablo II ese año brinda una ocasión a la Iglesia para afrontar quizá la reforma que muchos desean. Los seguidores de Martini confían en sus posibilidades de ser elegido. "Habría sido peor", dice el vaticanista del diario conservador Il Giornale Andrea Tornielli. "Martini habría dividido a la Iglesia mucho más que Ratzinger". El cardenal se presenta en Roma apoyado en un bastón. Los expertos saben que el bastón significa "no me elijáis, estoy enfermo", en el metalenguaje vaticano.
Martini sufre el mismo mal que ha convertido en un infierno los últimos años de Juan Pablo II, aunque en un grado mucho menos agudo. Por eso, el cardenal sigue activo. Divide sus días entre Jerusalén y Ariccia. Acude a las reuniones de las congregaciones vaticanas de las que forma parte. Y sigue dirigiendo ejercicios espirituales. Los últimos, este mismo año, vuelven a ser motivo de polémica. El cardenal habla ante un grupo de sacerdotes, y denuncia la envidia "como vicio clerical por excelencia". Habla también de la calumnia. Recuerda que en sus años de arzobispo en Milán llegaban decenas de cartas anónimas repletas de calumnias contra sacerdotes y prelados que él mandaba quemar. "La mayoría procedentes de Roma".
Al día siguiente, la homilía de Martini está en el diario La Repubblica, y es la comidilla en los corrillos vaticanos. "Creo que el cardenal es un poco ingenuo. A veces dice cosas sin comprender que pueden ser utilizadas erróneamente", opina el obispo Vincenzo Paglia, amigo personal de Martini. "No es un hombre de izquierdas, aunque se empeñan en convertirlo en el anti-Papa. No tiene una visión política, sino una visión evangélica de la Iglesia. Es cierto que habla con libertad, pero muchas veces se le malinterpreta".
No sólo sus amigos y antiguos colaboradores coinciden en lamentar la "distorsión" mediática que ha convertido al cardenal en un personaje de izquierdas dentro de la jerarquía católica. También quienes le contemplan con más distancia, como el vaticanista Tornielli, creen que el personaje Martini es una invención de algunos periodistas. "Se empeñan en eso, como se empeñaron en afirmar que Ratzinger fue elegido en el último cónclave gracias a su apoyo. Lo cual es absolutamente falso". Martini no es un liberal, cree Tornielli, que se ha molestado en recopilar muchas de las intervenciones del purpurado, a su juicio contrarias a esa aureola, en un libro titulado La scelta de Martini (La elección de Martini). "Como buen jesuita, dice y no dice", apunta el vaticanista.
Tornielli no encuentra, sin embargo, motivo de escándalo en las últimas intervenciones de Martini. Ni siquiera en el libro del jesuita Sporschill. "No se ha publicado aún en italiano. El cardenal está jubilado. Sus palabras ya no escandalizan. Lo que dice lo dice porque está obligado a mantener su personaje", insiste.
Muchos seguidores del cardenal liberal esperan este texto con expectación. Saben, por los resúmenes publicados, que recoge una conversación sin reservas con Georg Sporschill. Los dos se conocieron hace un par de décadas, en Viena. "El cardenal daba un cursillo para sacerdotes y trabajadores sociales de cárceles", recuerda el autor. A partir de ahí surgió la amistad. Sporschill admiraba al cardenal, y Martini siempre se interesó por el trabajo del austriaco, que se ocupa de los niños de la calle de Bucarest. Así, entre los dos, fue tomando cuerpo la idea de un encuentro a tumba abierta sobre las grandes cuestiones de la Iglesia, y las opiniones más personales del cardenal. "Le visité en Jerusalén tres semanas, a lo largo de varios meses. Cuando estaba allí, nos veíamos diariamente, conversábamos horas y horas, siempre que su salud lo permitía", precisa Sporschill a través del correo electrónico.
El resultado es un libro delgado, pero de contenido denso, y polémico. Martini confiesa en él las dudas que le han atormentado durante años. Su dificultad de comprender las razones de Dios para hacer sufrir a su Hijo en la cruz. Siendo ya obispo, Martini considera insoportable, a veces, la contemplación de un crucifijo. Tampoco era capaz de aceptar la muerte, hasta que un día comprendió. "Sin la muerte no nos entregaríamos totalmente a Dios. Nos quedarían salidas de emergencia abiertas". El cardenal emérito confiesa que soñó durante años en la posibilidad "de una Iglesia en la pobreza y la humildad, independiente de las potencias del mundo". Hoy ha dejado de soñar. Aun así, pide valor a la Iglesia para transformarse. Para aceptar que el mundo cambia. Aunque sólo fuera por puro pragmatismo, tendría que abrir los brazos a los sacerdotes casados, valorar la hipótesis de la ordenación de mujeres.
Martini reconoce también que la encíclica de Pablo VI, Humanae Vitae, en la que el magisterio de la Iglesia condena el uso de anticonceptivos, está superada. A Ignacio Marino, cirujano y senador, que considera a Martini "una de las grandes personalidades de nuestro tiempo", no le ha sorprendido la sinceridad del cardenal, aunque lamenta que sus palabras sean casi siempre piedra de escándalo. "Siempre ha hablado con libertad, pero ama a la Iglesia y es enormemente fiel al Papa". ¿Es un cardenal de izquierdas? "Decir eso sería una simplificación".
El rector Pirani teme que la imagen de Martini haya sido distorsionada por los periodistas. "Muchas veces me ha comentado que le molesta que intenten enfrentarlo al Papa o a otros cardenales". Para este jesuita no hay enigma alguno ni contradicción en la personalidad del cardenal. La cosa es simple. "En él se conjuga una gran fidelidad a la Iglesia con el valor de hacer preguntas". Es lo mismo que opina el obispo Vincenzo Paglia, que le conoció en los años setenta, cuando era rector del Instituto Bíblico, y vivía angustiado por su falta de contacto con los pobres. La Comunidad de San Egidio era entonces una experiencia nueva, y a Martini le interesó. Primero acudió a ayudar a un anciano enfermo que vivía en la miseria, luego amplió el alcance de su actividad pastoral. "Iba a celebrar misa a una barriada pobre, en el Alessandrino. Recuerdo que oficiaba en una antigua pizzería, y preparaba el sermón, los sábados, con dos de los muchachos de la comunidad", cuenta Paglia.
Biblia y fe religiosa son un todo en Carlo Maria Martini. Él mismo ha relatado su infatigable peregrinación por las librerías de Turín, su ciudad natal, siendo un adolescente, en busca de un ejemplar en italiano del Antiguo y el Nuevo Testamento, traducidos del griego. La Biblia, que conoce de pe a pa, tan poco presente en la formación de los católicos, es la verdadera base de la espiritualidad de Martini. Para responder a cualquier pregunta, para resolver cualquier problema, el cardenal echa mano de las Escrituras. Sin miedo a quedarse solo. "Sigue la máxima de san Ignacio: 'Solo y a pie", añade Franco Agnesi, su antiguo colaborador, que añora los años pasados junto al cardenal, al que todavía pide consejo. Ése fue el motivo de su última visita: preguntarle qué hacer ahora, que le trasladan de parroquia. El cardenal le escuchó y le aconsejó. Y fue capaz de dominar la nostalgia cuando se habló, de pasada, de Jerusalén. La ciudad donde quería morir. En la que tenía reservada una sepultura. Ahora esa posibilidad es remota. El propio Martini se lo dijo: "Jerusalén es un buen sitio para morir, pero un mal sitio para un moribundo".

lunes, 14 de julio de 2008

Se agita debate sobre resurrección

BBC Mundo
La discusión acerca de uno de los preceptos más básicos del cristianismo, la muerte y resurrección de Jesucristo, se ha reavivado por la nueva interpretación a un antiguo texto inscrito en una losa de piedra encontrada a orillas del Mar Muerto.

La tablilla, que se cree data del siglo primero antes de Cristo, fue descubierta hace diez años.
Ahora, Israel Knohl, un profesor de estudios bíblicos en la Universidad Hebrea de Israel, dice que la lectura de su texto hebreo demuestra que la idea de la resurrección del Mesías luego de tres días, ya era parte de una tradición judía antes del nacimiento de Jesús.
Sin embargo persisten dudas acerca del origen de la piedra inscrita, y algunos académicos cuestionan incluso su autenticidad.
Se cree que la reliquia, conocida como la Visión de las Revelaciones de Gabriel, proviene de la margen oriental -jordana- del Mar Muerto.
Fue descubierta hace diez años y ahora pertenece a un coleccionista que vive en Zurich, David Jeselsohn, quien la adquirió en Jordania.
La tablilla, de un metro de altura, tiene inscritas 87 líneas de texto en hebreo a dos columnas.
De manera inusual, el texto está escrito sobre la piedra en vez de estar tallado. Algunas letras y palabras enteras de la tablilla son ilegibles.
"Eslabón"
Israel Knohl argumenta que su interpretación del texto hebreo podría "dar vuelta a la visión que tenemos de la personalidad histórica de Jesús".
"Este texto podría ser el eslabón perdido entre el judaísmo y el cristianismo, en la medida en que encuentra raíces en la tradición judía para la creencia cristiana en la resurrección del Mesías", dijo a la agencia AFP.
Según la interpretación del profesor Knohl, la línea clave del texto cita al Arcángel Gabriel diciéndole a un "Príncipe de Príncipes" que "en tres días vivirás: Yo Gabriel te lo ordeno".
La teoría del profesor es cuestionada por algunos. Y debido a que falta buena parte del texto, el debate acerca del significado general de la tablilla está agitado.
Ada Yardeni, una especialista en lenguas antiguas en la Universidad Hebrea que ha estudiado la piedra en cuestión, no concuerda con las conclusiones del profesor Knohl, aunque acepta que la palabra básica en la cita podría significar "vive", pese a ser escrita de una manera inusual.

viernes, 27 de junio de 2008

El Hexagrama Místico de Pascal*

Rodolfo San Agustín Chi


« …A la edad de 16 años Blais Pascal habia completado un extenso
tratado sobre las cónicas el cual, desafortunadamente se ha perdido.
Leibnitz lo vió y …, aunque también contenia al hexagrama místico…
« Afortunadamente sobrevive un documento de ocho páginas donde se
encuentra el hexagrama místico…; apareció en 1640 y fue enviado por
Mersenne a Descartes, aunque permaneció desconocido para el público
matemático por cerca de siglo y medio.»
J.L. Coolidge

En el libro perdido de Pascal Traite pour les coniques no solo estaba dicho resultado, sino sus aproximadamente 400 corolarios, según el padre Mersenne.

En general, seis puntos determinan un hexágono una vez que se les ha ordenado cíclicamente. Es decir, partimos de uno de ellos, pasamos a algún otro de ellos y así, sucesivamente, hasta llegar al último de los puntos para, finalmente, regresar al primero. Así, el teorema de Pascal, el cual enunciamos a continuación, establece la condición para que seis puntos estén en una cónica:

Un hexágono está inscrito en una cónica si y solo si las
intersecciones de sus lados opuestos están alineadas.

Llamaremos recta de Pascal de dicho hexágono a la recta mencionada en el teorema.

Seguramente fue Jakob Steiner el primero en llamar la atención de los matemáticos hacia la figura que se obtiene formando hexágonos de todas las formas posibles con seis puntos fijos en una cónica. Él observó que, de esta manera, se obtienen exactamente sesenta rectas de Pascal. Steiner mismo probó, en 1828, que las sesenta rectas de Pascal de un hexagrama concurren por ternas en veinte puntos, llamados puntos de Steiner. En 1830 Julius Plücker demostró que los puntos de Steiner están alineados, de cuatro en cuatro, sobre quince rectas, llamadas rectas de Plücker.

El rev. T.P. Kirkman probó que las rectas de Pascal pasan por ternas por otros sesenta puntos (los puntos de Kirkman). Seguramente la contribución más importante de Giussepe Veronese, en 1877, a la teoría del hexagrama místico es que la configuración de rectas de Pascal y puntos de Kirkman se descompone en seis configuraciones de Desargues.
En 1846 Sir Arthur Cayley y George Salmon probaron, independiente- mente, que los puntos de Kirkman también están alineados por ternas sobre veinte rectas (las rectas de Cayley) y Salmon, por su parte, probó que dichas rectas concurren de cuatro en cuatro en quince puntos, los puntos de Salmon.

Tomado de: http://www.hexagrama.com.mx/hexagrama_mist.htm

miércoles, 11 de junio de 2008

Creo Quia Absurdum

Daniel R. Scott*


Comencé con la lectura de la Biblia un buen día de Julio de 1983 y hasta hoy no he parado de estudiarla ni de descubrirle cosas nuevas y asombrosas. La Biblia es una fuente que no deja de manar asi haya la sequía más implacable. Todo hombre y toda época recibe luz y consuelo de sus páginas. Me es como un libro que, recien salido de la imprenta y con la tinta aún fresca, apenas hoy tomo en mis manos por primera vez...¡Y son ya 23 años compartiendo todo tipo de momentos y recorriendo juntos cientos de caminos! Pero lo que nadie sabe es que del año 2003 hasta hoy me sucede con la Biblia algo muy complejo, paradójico y contradictorio y, sobre todo, muy liberal que escapa a toda lógica: mientras más mi mente reconoce la imposibilidad racional de sus milagros, relatos y enseñanzas, tanto más mi espíritu las acepta, se regocija y se alivia en sus páginas eternas. Es un un fenómeno para el que no tengo respuesta por mucho que lo estudie o me lo expliquen creyentes y no creyentes de mi entorno. Y quiza no tenga respuesta nunca, lo cual no es necesariamente malo.
Recuerdo que para 1995 ( y pocos lo saben ) intenté sublevarme contra la Biblia leyendo algún que otro libro que socavase sus bases. "Si ésta es la verdad, voy a poner a prueba su contenido sometiendola a la más duras de las críticas" me dije ingenuamente. Pero fallé en tan descabellada acción. Terminé derrotado y muy malherido. La Biblia siempre terminaba imponiendose sin dificultad con la pompa y la majestad de un Rey eterno e inconmobible. De la Biblia no se puede huir. Una vez que estas en sus brazos ya no amarás a nadie más. Y es que el ingrediente espiritual que hay en todo hombre posee una poderosa intuición de una serie de verdades biblicas intangibles que se ubican muy por encima de toda lógica humana y que le están vedadas al ser racional. Me viene a la mente aquella expresión de Tertuliano ( uno de los Padres de la iglesia o representante de lo que los católicos llaman "La Patristica" ) : "Credo Quia Absurdun". Este hombre afirmaba "La certeza de la Revelación fundandola precisamente en su incomprensibilidad, en su imposibilidad racional" ( Julián Marías ) Si en la Mente de Dios se fraguó el contenido del libro sagrado, ¿cómo la mente humana finita ( apenas una chispa imperceptible en el todo de la creación ) podrá entenderla en toda su plenitud?. El absurdo estaría en afirmar que conocemos hasta lo útimo el contenido de sus páginas.
Quiza yo sin saberlo comparta los puntos de vista de este Tertuliano. Soy su discípulo. Es que si la Biblia pudiera resumirse y ser explicada en una formula matemática, física o química ( E= mc2 por ejemplo ) entonces pasaría a ser un libro inferior a la mente que lo explica y perdería automaticamente su condición de PALABRA DE DIOS.
Lo cual es absurdo...
*Escritor venezolano

viernes, 6 de junio de 2008

La Madre Teresa de Calcuta llegó “a amar la oscuridad”

05/06/2008 - 18:55
ZENIT, IBLNEWS*


El postulador para la Causa de beatificación de Madre Teresa, padre Brian Kolodiejchuk, M.C., presentó este miércoles en Madrid el libro "Ven sé mi luz. Las cartas privadas de 'la santa de Calcuta'" (Planeta-Testimonio).
La correspondencia privada de Madre Teresa permite reconstruir "el lado más espiritual" y menos conocido del trabajo que hizo famosa a esta humilde albanesa, según explicó el postulador de su causa, que pudo acceder a las cartas que ahora se publican al iniciarse su proceso de beatificación.
Una de las sorpresas que deparaba esta documentación permanecía oculta a la mayoría de las personas tras la sonrisa permanente de Madre Teresa, y fue sin embargo esencial en su vocación. Se trata de la oscuridad interior que experimentó sobre todo a partir de los años 60, pero que comenzó a sentir mucho antes, alrededor de 1937, cuando era todavía misionera de Loreto, antes de fundar su propia Congregación (Misioneras de la Caridad).
Sin embargo, Madre Teresa pudo armonizar la "alegría por hacer día tras día lo que Dios le pedía" con el "desconsuelo y la soledad". Según el padre Kolodiejchuk, "sonreír" fue su elección. En una de sus cartas, Madre Teresa escribe: "cuando veo a alguien triste, pienso siempre que le está negando algo a Jesús".
Además, la religiosa llegó a "amar la oscuridad", como confiesa en una carta al padre Neuner: "Por primera vez en estos once años-he llegado a amar la oscuridad.-Pues ahora creo que es una parte, una muy, muy pequeña parte de la oscuridad y del dolor de Jesús en la tierra. Usted me ha enseñado a aceptarla como un "lado espiritual de "su obra"" (...) Hoy sentí realmente una profunda alegría-porque Jesús ya no puede sufrir de nuevo la agonía-sino que Él quiere sufrirla en mí-Más que nunca me entrego a Él.-Sí- más que nunca estaré a su disposición".
El padre Kolodiejchuk confesó que tuvo que leer "varias veces las cartas" hasta entender de qué se trataba verdaderamente su "oscuridad"; incluso muchas hermanas que convivían cerca de ella, "no tenían ni idea de lo que pasaba en su interior".
Al ver la ingente obra que Madre Teresa realizó (sobre todo después de su "inspiración" en 1946, cuando recibe "la llamada dentro de la llamada" para trabajar entre los más pobres de los pobres) lo más fácil es pensar que lo hacía apoyada en el consuelo que experimentaba en Dios. Sin embargo, según el postulador de su causa, lo que hizo "heroica" su vida, fue precisamente la fidelidad a Dios a pesar de esta falta de consuelo.
Para Madre Teresa, "la pobreza más grande en el mundo de hoy" era "no sentirse amado", por eso comprendió que experimentar el abandono de su Amado como algo real, le acercaba a sus pobres y la identificaba con el sufrimiento de Jesucristo en el Huerto de Getsemaní y en la Cruz, cuando pregunta al Padre: "¿Por qué me has abandonado?"
Según el padre Kolodiejchuk, la experiencia de Madre Teresa es similar a la de otros santos y más que "crisis" de fe (que hace referencia a algo "más existencial e intelectual"), lo que atravesó la Madre fue una "prueba de fe" hasta alcanzar, como dijo uno de sus confesores, "una fe pura y desnuda, sin sentir nada".
Además, el postulador de la Causa de Madre Teresa ve en esta actitud un ejemplo para los creyentes, que deben saber que "la fe no siempre es fácil" y "tenemos que luchar".
A pesar del deseo de Madre Teresa de que sus escritos fueran destruidos, finalmente han visto la luz, porque la Iglesia considera que aunque se trató de una experiencia "personal", no ha sido una experiencia "privada", porque no fue sólo para ella. Los Misioneros y Misioneras de la Caridad heredaron el "carisma" de Madre Teresa, que consiste no sólo en compartir la pobreza material, sino también "la espiritual".
El postulador de la Causa de beatificación de la religiosa concluyó que el amor que vivió Madre Teresa no es sólo "para admirar", sino que "es posible imitarlo empezando a nuestro alrededor".

*Tomado de: http://iblnews.com/story.php?id=38405

jueves, 5 de junio de 2008

El proceso de canonización de la Madre Teresa está parado por falta de milagros*

TOMÁS GARCÍA YEBRA



El padre Brian Kolediejchuk, postulador por la canonización de la Madre Teresa de Calcuta, dijo que este proceso está paralizado, pues «no se ha encontrado todavía la evidencia de que la Madre Teresa haya realizado un milagro». El padre Brian, recopilador de Ven, se mi luz (Planeta), un volumen que recoge una selección de cartas que escribió la santa de Calcuta durante sus crisis religiosas, precisó que más que de crisis habría que hablar de prueba de fe.«La Madre Teresa sintió un profundo amor por Jesús y entregó su vida a amar Dios, pero en un determinado momento notó un vacío, sintió una enorme soledad, aunque salió de este oscuro túnel con coraje y afán de superación». Esto explicó el padre Brian. Las palabras que dejó escritas la Madre Teresa son, sin embargo, más explícitas: «Siento que Dios no me quiere, que Dios no es Dios y que él verdaderamente no existe». Y en otro lado:«¿Dónde está mi fe? Incluso aquí, en lo más profundo, no hay nada, sino vacío y oscuridad. Si alguna vez me convierto en santa seré seguramente una santa de la oscuridad».Once años después de su muerte sale a la luz en castellano la correspondencia que mantuvo durante más de sesenta años con un reducido círculo de amigos y confidentes. En ellas expresa sus dudas sobre la existencia de Dios, sobre la religión y sobre su cometido en la vida.

martes, 27 de mayo de 2008

Alumbrados*

Los alumbrados fueron un movimiento religioso español del siglo XVI en forma de secta mística, que fue perseguida por considerarse herética y relacionada con el protestantismo. Tuvo su origen en pequeñas ciudades del centro de Castilla alrededor de 1511, si bien adquiere carta de naturaleza a partir del Edicto de Toledo de 1525.
Los alumbrados pueden englobarse dentro de una corriente mística similar desarrollada en Europa en los siglos XVI y XVII, denominada iluminismo que no debe ser confundida con la secta de los
iluministas bávaros (o illuminati), ni, evidentemente, con la Ilustración. Es muy habitual utilizar el nombre de iluminista como sinónimo de alumbrado. También se utilizó en la época el nombre de dejado.[1]
Los alumbrados creían en el contacto directo con Dios a través del Espíritu Santo mediante visiones y experiencias místicas, lo cual llevó a la Inquisición Española a promulgar al menos tres edictos en su contra. Algunos místicos como
Teresa de Ávila fueron inicialmente sospechosos de pertenecer a los alumbrados.
En 1532 se realiza el proceso a Vergara, Tovar, Eguía,
María de Cazalla y Castillo.[2] María de Cazalla, procesada por alumbrada, en su defensa alegó que en Guadalajara alumbrada se aplicaba a toda persona recogida y devota.[3] Los alumbrados se reunían en conventículos en pequeñas localidades del centro de Castilla, como Pastrana o Escalona, leían e interpretaban personalmente la Biblia y preferían la oración mental a la vocal, como hicieron posteriormente los quietistas.
Pedro Ruiz de Alcaraz, Isabel de la Cruz y Bedoya formaron el núcleo de Escalona de 1511, que algunos han considerado como un precedente del pensamiento de Juan de Valdés al proclamar el “amor de Dios” no como idea mística, sino como certeza absoluta de que Dios guía a la mente humana para poder leer la Escrituras con entera libertad.[4] En este fragmento de la acusación inquisitorial contra los de Escalona se les compara con otras herejías medievales, como los husitas, y se manifiestan sus doctrinas:
"se resucitan eregias porque aquel ynterior dexamiento aquella suspensión occiosa de pensamiento aquel no hazer mas de dexarse a que Dios obre y no ellos herror fue de Ioannes hus y de Ioannes flirseso por Leuterio seguido que niegan el libre alvedrio para obrar puniendo la perfeezion en padezer y aquella perfeczion falsa que dogmatizan... de los bigardos y biguinos emano pues propone con ellos que los perfectos no son obligados a ayunar, a orar, ni a humana obediencia subjetos, ni a preceptos de yglesia obligados porque ubi pus dñi ibi libertas (ubi opus domini ibi libertas) y a la adoración y herimiento de pechos que niegan claro es se de los mismos y si el zelo del santo officio no lo ataja es cierto llegara a yntroducir la abominable caridad que almerico y fray alonso de meya dogmatizaron. Lo tercero es sy bien es el cevo del anzuelo en los hereticos mayor cevo es el mayor bien todos los ereges antepasados pretendían la evangelica verdad o bondad y esto el que mas lo pretendía el Leuterio perfido que pretende evangelica libertad..."
[5]
El informe del prior de los dominicos de Lucena a la Inquisiclón de Córdoba, en 1585, recoge la pretensión de los alumbrados de comulgar sin confesar, porque creían que gente justificada y confirmada en el bien no pueden ya pecar
[6]
Hernando Álvarez y Cristóbal Chamizo fueron unos clérigos de Llerena acusados de extender por Extremadura a finales del XVI y principios del XVII unas extravagantes prácticas y opiniones teológicas, que se consideraron equivalentes a las de los alumbrados por la Inquisición:
Al menosprecio de los preceptos divinos y a la profanación de los lugares más sagrados, unían una disolución carnal inconcebible, y las penitencias que en el confesionario propinaban, eran ayuntamientos sexuales de las confesadas con ellos mismos, enseñándoles que el Mesías había de nacer del comercio de una doncella con alguno de los confesores alumbrados.
[7]

Referencias
Manuel de León Los «alumbrados» españoles y Lutero [1]
Ricardo García Cárcel, (1996) La cultura del Siglo de Oro. Pensamiento, arte y literatura (Historia de España, vol. 17), Madrid, Temas de Hoy ISBN 84-7679-295-6 pgs. 31-32
Pedro Sanronja (2000) Las doctrinas de los alumbrados españoles [2]
Nieto, sobre “Juan de Valdés y los orígenes de la Reforma en España e Italia”, citado por Manuel de León, op. cit.
Citado por Pedro Santonja, op. cit., pg. 362
Citado por Pedro Santonja, op. cit., pg. 365
Hurtado, Publio. Supersticiones extremeñas. En: Revista Extremadura, t. II-IV, 1901-02 [3]

lunes, 26 de mayo de 2008

Noche oscura

San Juan de La Cruz*












Canciones del alma que se goza de haber llegado al alto estado de la perfección, que es la unión con Dios, por el camino de la negación espiritual.

1.

En una noche oscura,

con ansia, en amores inflamada,

¡oh dichosa ventura!,

salí sin ser notada,

estando ya mi casa sosegada.

2.

A oscuras y segura

por la secreta escala, disfrazada,

¡oh dichosa ventura!,

a escuras y en celada,

estando ya mi casa sosegada.

3.

En la noche dichosa,

en secreto, que nadie me veía,

ni yo miraba cosa,

sin otra luz y guía

sino la que en el corazón ardía.

4.

Aquesta me guiaba

más cierto que la luz del mediodíaa

donde me esperaba

quien bien yo me sabía

en parte donde nadie parecía.

5.

¡Oh noche que guiaste!

¡Oh noche, amable más que el alborada!

¡Oh noche que juntaste

Amado con amada,

amada en el Amado transformada!

6.

En mi pecho florido,

que entero para él solo se guardaba,

allí quedó dormido,

y yo me regalaba,

y el ventalle de cedros aire daba.

7.

El aire del almena,

cuando ya sus cabellos esparcía,

con su mano serena

en mi cabello hería,

y todos mis sentidos suspendía.

8.

Quedéme y olvidéme,

el rostro recliné sobre el Amado;

cesó todo, y dexéme,

dexando mi cuidado

entre las azucenas olvidado.

*Juan de Yepes Álvarez (*Fontiveros, Ávila, España, 24 de junio de 1542 – †Úbeda, 14 de diciembre de 1591), conocido como estudiante con el nombre de fray Juan de Santo Matía y más tarde como San Juan de la Cruz, fue un poeta místico y religioso español. Desde 1952 es el Patrono de los poetas en lengua española.

Tomado de "http://es.wikisource.org/wiki/Noche_oscura